martes, 26 de junio de 2012

Somos como somos, y damos gracias por ello

Aunque enmascarado bajo la fría apariencia del raciocinio, soy un ser tremendamente pasional. Bien sea fundiendo mi alma con el de la mujer que amo o encarando al enemigo, me guío por el más primario y bello instinto que me hace amar y odiar en términos absolutos. No existe otra cosa en el mundo que más deteste y que extraiga de mí la peor parte que la indiferencia, la neutralidad, la apatía, la dubitancia, la imparcialidad y todos esos constructos que convidan a la mente a la quietud y a la tranquilidad de la amistad universal.
¿Dónde relega el mundo a los bravos de corazón, a todos aquellos con sangre en vez de horchata fluyendo por sus venas al son de los latidos de un corazón lleno de humanidad?

En una era donde se prima la no reactancia en los aspectos más esenciales de la vida mientras que se pondera una emoción extrema por nimiedades triviales de mal gusto, me siento desplazado en el tiempo y el espacio. ¿Dónde queda la capacidad humana para errar o acertar con sus propias decisiones? El sentimiento dota de la energía necesaria al cuerpo para que se pueda dar la conducta, damas y caballeros, y los únicos sentimientos nacionales que observo se dan de la mano de la Selección Española de fútbol, el único furor religioso que parece “animar” a los creyentes es la visita del Papa, observo muchedumbres enloquecidad en cada evento deportivo... mas somos una ridícula minoría los que vibramos con cada pliegue de nuestra bandera ondeada al aire, a los que se nos eriza la piel con el canto de un himno de gloria eterna por nuestros caídos o nuestro triunfante pasado imperial.
Observo ancianos repudiados por sus familiares que mueren en la indignidad de su desesperante soledad sin que nadie se conmueva un ápice pese a ser, como digo, de su misma sangre. Se ve que sus hijos y nietos valoran más la fiesta y el consumo que la compañía perecedera e inolvidable de aquellos a quienes deben la vida, y me planteo si el sentimiento de verdad ha quedado relegado para la galería al compás de la pandereta del Gran Hermano.

Nuestra idea, pese a su vertiente más “científica” o racionalista si lo preferís, en cuanto al diseño del modelo de Estado no podría sobrevivir sin ese lado romántico que caracteriza a la mayoría de nuestros camaradas.
Creer sin ver en un futuro mejor sería imposible sin que nuestros corazones albergaran esperanza, decisión, sacrificio y porqué no, optimismo.
Por el contrario, la Politelia que nos dirige no quiere exaltación sin que pase ésta antes por su control; el control de masas que imponen con sus repugnantes modas y costosas campañas de manipulación mental salidas de los laboratorios de las universidades norteamericanas e israelíes de Psicología. Sociológía lo llaman ellos.

El único sentimiento de unidad que desean implantar en nuestras conciencias es el de pagar los impuestos a tiempo y con buena disposición, el de acatar sus normas injustas y aceptar unas condiciones de vida alienadas que mientras sirvan a sus intereses, deben parecernos bien.
Lo mismo hacen con el concepto “libertad” del que se jactan tantos babosos repugnantes... que tergiversándolo maquiavélicamente ha servido a su causa en miles de ocasiones; desde prohibir (o desplazar a los suburbios) manifestaciones por la unidad nacional hasta bombardear naciones enteras hasta los cimientos y diezmar razas a tiros como ocurre aún mientras lees éstas líneas a manos de Israel y su manager, EE.UU.

Aquí, en patrios suelos, ya hemos visto recientemente como la “libertad” cerraba páginas web como
www.bicefala.com, www.44x2.com o www.madridantiantifa.es por distribuir peligrosas ideas impresas en camisetas o subversivas letras de canciones que abogan por la unidad de España y nuestra prevalencia cultural y racial sobre las masas extranjeras que nos invaden desde fuera de Europa con el beneplácito de los que deberían gobernarnos con sabiduría.
¡Tal vez si lo hicieran con verdadera voluntad de garantizarnos un mañana mejor, dejáramos de ser ingobernables!

Por eso ahora más que nunca, afirmo que preferir la indiferencia es el equivalente tautológico a la no existencia. Desde mis más remotos recuerdos me asaltan todas aquellas ocasiones en las que me posicioné en uno de los lados de la trinchera, y si bien he variado el ángulo de disparo, me siento tremendamente orgulloso de haber permanecido siempre en el mismo bando.
No se me malinterprete, me replanteo con frecuencia mis más íntimos mecanismos, mis valores y creencias, como doy por hecho que hacen la mayoría de hombres y mujeres que siguen como yo la doctrina nacional socialista. No somos fanáticos, mas parece que conservamos el don de la orientación y rara vez perdemos el norte que que inspirados, decidimos poner como referencia a nuestros pasos por este mundo.
De mi familia aprendí la hermosa lección de la lealtad, y pese a no ser una habilidad social útil en estos tiempos, sobre todo siendo leal a un ideal tan políticamente incorrecto, nunca me cansaré de agradecer a los míos la transmisión de tan grandioso dogma de fe.

Y sí, al igual que la fe, la lealtad se tiene o no; es imposible la lealtad a medias como lo es un medio corazón, no se puede amar a medias ni odiar sin plómbea convicción. La clave del éxito a través de la doctrina, la de la lealtad, reside en la autorreflexión concienzuda y la sublimación del esfuerzo intelectual con la continua introducción de conocimientos que reafirmen o por el contrario modifiquen la trayectoria de los actos y las voluntades en virtud de una mejor adaptación a las especificaciones de la meta a conquistar.
Y así, cuando acotamos éste concepto tan ascético y virtuoso, hacemos una interesante reflexión y concluimos que en ésta vida, o se es un ser humano comprometido y leal a sí mismo y a los suyos, o se es un pelele bastardo sujeto a la voluntad de otro; se es un hombre libre, o se es un esclavo.
Se es digno de recuerdo, o se hace por sus méritos o mejor dicho por la ausencia de éstos, presa del olvido más absoluto.

¿Y tú, piensas lo que dices... o dices lo que piensas?

De Tinta Patriota para Logroño Despierta.

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