sábado, 18 de agosto de 2012

La conquista del futuro


Ojos que reflejan calma
en la mar clavados,
a la salida del Sol
de su azul iluminados,
en esperanza inmersos
un destino han vislumbrado.

Con el cielo de testigo,
beneplácito del Rey,
y bendición de la Reina
generosa sienta ley;
su destino estaba escrito,
el mal agüero proscrito
y coronas de laureles
par todos los valientes
aguardan deseosas de honor
la gesta que el despertar
de España fue la mecha.

Tres corceles de madera
en el puerto aguardan jinetes,
y acaricia ya el viento
pliegues de velas pacientes
que tras ellas la gloria arrastran;
y los nobles infantones
emprenden singular marcha
a bordo izando el grueso plomo
que al pasado aún les ancla.

¡A las Indias, al oeste!
Un grito corta el viento,
¡Si del abismo soy pasto
juro no me arrepiento,
pues la vida de un hombre
no vale un mísero alambre
si teme tanto a la lumbre
que del miedo es verde pasto;
y yo solo me basto
-gritaba a los marineros
para conducir las naves
a seco y cálido puerto!
Cuando el cielo no brindaba
de líquido ni lastimera lágrima
en las resecas gargantas
rotas de masticar cuero

El capitán Colón
impasible al ademán
cumple su gran misión,
y diestro guía el timón
sin orzar su Carabela,
otras dos siguen su estela
que el frío Atlántico surca,
firmando en el ancho azul
con la fuerza de sus velas
la épica de las proezas
que España guarda en su baúl.

Al partir de las Canarias
la tripulación sabía
que el destino disponía
sólo la muerte o la gloria;
no cabía oscilación.
pues tan alta pretensión
solo propia de españoles
implicaba a todos los roles
y eso les reconforta,
pues existe la equidad
del grumete al capitán
en las fortunas del mar,
no así en tierra, en sociedad.
doscientas lunas,
doscientos soles,
doscientas en bitácora las anotaciones.
Hoy tampoco...
Labios españoles del calor surcados
cual sembrado, en sangre arados,
por la sal y la tristeza
navegan en silencio;
uno reza:

Señor, que en nosotros la vista clavas,
insufla viento en nuestras alas,
amor en nuestros corazones,
agua en las tinajas
y aire en los pulmones;
y señala en el negro cielo
con una estrella ese destino
en el que atracar anhelamos
y aun así no hayamos;
que cual dulce vino
tu calidez nos inunde
y libre nuestros maltrechos huesos
del frío que en ellos sus uñas hunde.
Y Señor, si que muera es voluntad
te pido por el contrario
que permitas mi rostro levantar
para digno final encontrar
y hacer frente a la adversidad
sea a mi estirpe legado.
Y así, el que creó las tormentas,
conmovido por el orgullo de su creación,
puso fin a la desesperación
de la fiera tripulación;
y en el castillo de proa
una voz con tinta de loa
por el casco resonó,
ya que aguda fue
y de todas dista
la que del palo mayor anuncia
¡Tierra a la vista!

Sonido cual mieles
para los noventa fieles,
aquellas cuatro palabras
con grandeza pronunciadas
por Rodrigo de Triana
desde la cofa de la Pinta,
que aquí recogidos en tinta
no hacen fiel mención
a la inmensidad de la emoción
de la visión de tierra cubana.

La Española” bautizaron
al primer descubrimiento,
Cuba, las Bahamas...
...y cuanto se extendía por el firmamento.
Bastas tierras pobladas
por guerreros implacables
que probaron nuestro acero
y el filo de nuestro sable.
Y el repique de tambores
anunciando a los señores
descendiendo de tronos marinos,
para ellos fueron sus dioses.

Y a fuego cayó el dorado,
y con sangre teñimos llanuras
tras mil batallas duras
contra salvajes moradores,
que abrazando la bandera
invicta y siempre ondeante,
nuestros vasallos se hicieron
y con honor los tratamos;
pues dicen las malas lenguas
que pronto serán cercenadas,
que las gestas fueron ganadas
con crueles exterminios,
más poco menciona el inglés,
ni el de Holanda, ni el gabacho,
que unos viruela sembraron,
otros esclavos hicieron,
sangrientos escarnios acometieron,
y los otros, hasta nos invadieron.
Y así, con vil difamación
la envidia remedian,
el orgullo creen que enmiendan,
la historia emponzoñan
y a España vilipendian,
mas las “negras mentiras” que evocan
carcajadas nos provocan;
nunca supo un extranjero
vencer a un español altanero.

Allí en la Nueva Tierra
al servicio de Dios y la fe cristiana,
sirvió con intención noble y ufana
nuestro obispo y virrey Palafox;
de alta cuna y linaje
no temió manchar su traje
con los asuntos mundanos,
y empleando sus propias manos
sirvió con gusto a la corona,
al pueblo llano,
al mismo Vaticano
y a cuantos requirieron de él en las colonias.
Ejército misionero
por el beato encabezado
convirtió al pueblo americano
y le otorgó cuanto ahora ostenta,
derechos y educación
en nuestra fe y en nuestra lengua.

América fue el comienzo
de la hegemonía española;
alzose ésta como una ola
y estampose contra el lienzo
para orgullo del pasado,
del presente y despertar venidero.

De Tinta Patriota para Logroño Despierta

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